Michelle Bachelet, la Ana Frank chilena

Llegando tarde en la noche, escuché por la TV que la Presidenta Michelle Bachelet en su visita a Holanda estuvo en la casa de Ana Frank. Vi las imágenes y escuché algunas palabras de algún político chileno de origen judío. Sin embargo, no supe lo que dijo la Presidenta hasta el día siguiente. En esa noche se me ocurrió pensar que se iba a comparar con la niña judía, pues ‘Verónica’ no pierde la oportunidad de posar de mosquita muerta como el conglomerado que la apoya. No me equivoqué. Ella tuvo la arrogancia e insolencia de comparar su supuesta estadía en Villa Grimaldi en tiempos de Pinochet con la niña judía holandesa que murió en los campos de concentración de los nazis. Naturalmente, la Presidenta como ha sido costumbre en su mandato, mintió. Ella no estuvo en ese recinto de detención, ni fue torturada. Desde luego, ella insiste que fue torturada. El político derechista , por cierto, exagero cuando escribió: “Su prisión fue abusiva, pero sobrevivió y prosperó.”

Me carga que políticos de derecha sostengan “Nada hay en mi carta que justifique la violación a los derechos humanos en el gobierno militar”, pues cuando la izquierda habla “la violación a los derechos humanos en el gobierno militar” se refiere a la lucha contra la subversión y el terrorismo. En lo demás, el gobierno militar le respeto los derechos humanos a tal punto que podían abrir restoranes, colegios privados, institutos como la Academia de Humanismo Cristiano y la Arcis desde 1981 que luego se transformarían en universidades, respectivamente, diversas ONGs con personalidad jurídica. Además, de radios y revistas, las cuales éstas últimas fueron exterminadas por la Concertación, según sostuvo un Premio Nacional de Periodismo.

La comparación resulta de suyo abominable, pues hay bastantes diferencias entre la niña Ana Frank y Michelle Bachelet como sacó a relucir el político de oposición Carlos Larraín en una carta al ‘Mercurio de Santiago’. Bachelet a diferencia de la niña apoyó los sistemas totalitarios, ya que cuando era estudiante de medicina era marxista leninista, apoyaba las políticas totalitarias de Salvador Allende que realizó el general Bachelet con las JAP en colusión con el Mir. El ex columnista del ‘El Mercurio’, Hermógenes Pérez de Arce recuerda que en la biografía no autorizada de la Presidenta, ella colaboró con el grupo terrorista Mir. Ergo, nunca ha sido una blanca paloma, sino como he dicho una arpía.

La izquierda para ‘sacarse los pillos’ como se dice en Chile, cuenta que la estudiante Bachelet junto con otros jóvenes del Partido Socialista escribió un manifiesto culpando a éste del fracaso de la Unidad Popular. Podríamos catalogarla esa explicación como Leyenda Urbana Política, ya que Allende violó la Constitución y las leyes, como se los hizo ver la Cámara de Diputados, la Corte Suprema y la Contraloría.

Luego de llegarle la réplica de Carlos Larraín acusó a sus detractores que ellos no tenían empatía por las ‘víctimas’. Eso es la fatal arrogancia de la socialista Bachelet, pues siendo investida Presidenta de todos los chilenos nunca ha sentido empatía por las víctimas de sus amigos terroristas, ya sea del Mir o del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Tal ha sido su falta de empatía o “tratar de ponerse en los zapatos del otro”, según las propias palabras de la Presidenta, que al ser invitada con antelación a la ceremonia de un monolito del senador Jaime Guzmán asesinado en democracia por sus amigos del Frente, ella a última hora desistió. Bachelet ha seguido a Allende.

Es usual atribuirle al Gobierno Militar las divisiones de país, cuando quien introdujo el concepto de enemigo en el campo democrático fue la izquierda. La Presidenta, por tanto, se equivoca al afirmar: “en que éramos una nación de enemigos, en que un grupo de chilenos éramos vistos como enemigos de la patria por otros”. Eso es producto de la ideología de la lucha de clases. Con esas palabras, ella avala el accionar del grupo terrorista Mir, que fue derrotado entre 1973 y 1978 por un organismo que se dedicó a combatir el terrorismo, a saber, la DINA. Obvio, que tenían licencia para matar a diferencia de los terroristas hacia los cuales el padre s.j. Felipe Berríos no menciona . Tal vez, porque simpatizaba con ellos, mientras estudiaba para cura. Y como perdieron, decidieron vengarse asesinando al intendente y general Carol Urzúa, como manifestó una vez el terrorista Pascal Allende. Al verse derrotados, unos se escondieron en las embajadas y bajo la sotana. Así, los intelectuales de izquierda a ese período lo llaman como el sociólogo Tomás Moulian “La fase de la dictadura terrorista: el terror” en su libro “Chile: Anatomía de un Mito” (1997). Rasgo típico de la izquierda cargar los propios defectos al adversario o levantarle una Leyenda Negra. Deduzco, entonces, que Moulian apoyó los grupos paramilitares de izquierda previo a 1973. Nada más falso, recuerdo que en las tiendas de juguetes uno podía ver los modelos de las naves de la Guerra de las Galaxias, las naves Águila de la serie Space: 1999, autos Matchbox y el comercio levantándose poco a poco.

Tomando las palabras del vocero del gobierno, Carolina Tohá, podemos afirmar categóricamente que los izquierdistas “revelan una frialdad, una falta de compasión, una insensibilidad con el tema de los derechos humanos”. De ahí que no han pedido perdón públicamente por sus crímenes y por su intentona totalitaria.

Igualmente las organizaciones de Derechos Humanos que padrinaron al terrorismo en Chile, nunca han considerado los asesinatos del Mir y del FPMR como una violación a los Derechos Humanos, como lo demuestra el caso de Víctor Jara. Hay que ser de izquierda para que le escriban una columna la persona más culta de Chile, Cristián Warken ; de lo contrario, están peor tratados que los seres humanos del ‘Planeta de los Simios’. Cristián: ¿Por qué no titulas tú columna “Yo maté a Carol Urzúa, a Jaime Guzmán, a Juan Millalonco, Rolando Matus, el niño Oscar Pineda, Mario Aguilar, el comerciante Raúl Méndez Espinosa, Domingo Soto, el industrial Enrique Nuñez Álvarez, Domitila Palma, Blanca Vergara, Moisés Heuntelaf, entre otros"? Repite el cliché de la izquierda: “Porque tan causantes de la tragedia que vivimos fueron los mandos militares de entonces y una derecha que practicó un silencio cómplice ante los excesos, como también una izquierda vociferante y muchas veces irresponsable, sobreexcedida en sus incendiarios discursos”. Cuando la izquierda mata, no hay excesos. Dice: “Había idealistas fanáticos, alimentados de odio y resentimiento, dispuestos a destruir al enemigo si era necesario, igual que en el otro bando”. El otro bando quería defenderse de la agresión totalitaria y terrorista, Cristián. Para alguien que dijo en su programa de entrevista que tiempos de Pinochet leía ‘El Capital’ de Marx como si fuese su Biblia, se pone demasiado sentimental para el cantante que le dedicó dos canciones a la máquina de matar Ernesto “Che” Guevara , mientras le negaban el derecho a vivir en paz en Cuba y en la Unidad Popular. Alguien le podría regalar los libros “Krassnoff: Prisionero por servir a Chile" o ‘Pinochet: las Incómodas Verdades” a Warken.


Hoy por hoy, los gobiernos de la Concertación están violando los derechos humanos al no respetar la igualdad ante la ley y no aplicar las leyes vigentes como la ley de Amnistía a los militares que se encuentran actualmente presos. La Presidenta ha dicho: "el país que tenemos que construir mejor tenemos que hacerlo entre todos", salvo los militares presos. Castigo ante ese crimen tan repugnable como no es respetar la igualdad ante la ley: la horca.