El país que le gusta a la izquierda
Mientras
el país se desmorona rápidamente, sin que el actual gobierno puede detenerlo,
conviene describir el mundo que le gusta a la izquierda.
Si las personas que se identifican con la
izquierda fuesen racionales y algo de empáticas, por lo menos uno esperaría que
le pidiese a la autoridad del momento de que las turbas fuesen aplacadas, pues
así se acabarían los saqueos e incendios. Hay que aclarar que estos últimos son
intencionales. Con todo, los políticos de la oposición prefieren ser cómplices
de la violencia. Sin embargo, no les importa. Les importa más el accionar de
Carabineros que la violencia que desatan los manifestantes en sus marchas que
no son pacíficas, ni espontáneas.
En el
país que les gusta la izquierda es bueno que las carreteras y autopistas estén
bloqueadas.
Que el comercio cierre a las 3 de la tarde es
un buen indicio de la ética por el trabajo que tiene los dirigentes y parlamentarios
de izquierda. Después de todo, la Cámara de Diputados aprobó a Ley de 40 horas
de la diputada comunista, Camila Vallejo, quien nunca le ha trabajado nadie.
En el
país de izquierda, el comercio tiene que parapetarse por temor a que los
vándalos dejen destrozos en cada marcha “pacífica”.
Aunque
la mayoría del país está en sus tareas habituales cada día, la izquierda quiere
hacer creer existe un molestar. Por eso, las marchas. Quieren hacer creer que
son mayorías.
En el
país que les gusta la izquierda, las personas tiene que habituarse a llegar
tarde a su casa o al trabajo, pues como sabemos la principal vía de
comunicación de la Región Metropolitana fue dañada en 80 estaciones.
Además,
si antes la comunidad tenía un supermercado cerca, ahora tendrá que ir más
lejos. Fueron quemados.
En el
país que le gusta la izquierda las personas decentes y las fuerzas de la ley no
tienen derecho a defenderse de la violencia.
En el
país de la izquierda, la excepción se convierte la norma y la norma pasa a
convertirse en excepción.
En el
fabuloso país de izquierda a sus dirigentes no les importa la educación, ni muchos
la salud de sus habitantes, pues sus propias políticas se han encargado de
destruirlas.
En el
país de la izquierda no existen hombres libres que puedan vivir de su trabajo,
sino siervos de la gleba en manos del Estado, mientras a nomenclatura
progresista viven como señores feudales.
En el
país que desea construir la izquierda se considera una virtud el saqueo e
incendiar supermercados, negocios e iglesias.
En el
Chile que quiere la izquierda tanto la salud pública como la educación estatal
seguirán siendo malas, aunque que lleguen a tener una nueva constitución que
asegure el derecho a la salud y a la educación.
En el
país que le gusta la izquierda es bueno incitar al odio a través de grafitis como,
por ejemplo: “Paco asesino”, “Paco violador”, etc. Los que promueven las leyes contra el odio,
justifican esos grafitis.
En el
país que le gusta a la izquierda, los propios dirigentes de ese sector les aseguran
que tendrán una pensión digna, cuando no serán dueños de nada, puesto que el
derecho a la propiedad no existirá.
En el
país que le gusta la izquierda el debate no existe, pues lo que hay es
adoctrinamiento en los colegios y universidades.
En el
país que le gusta a la izquierda, los dirigentes prometen empleo, mientras
hacen quebrar las empresas y crean una gran burocracia que no permite hacer
nada.
El país
de la izquierda es un manicomio.
Etiquetas: Chilezuela, incendios, Izquierda chilena, Saqueo, Segundo Gobierno de Piñera, Violencia
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