Entre Günter Grass y Garzón
La reciente visita del juez español Baltasar Garzón ha colocado de manifiesto que la tal manipulada reconcilianción es una farsa. Más bien han resurgido los odios. El juez español como socialistas le gusta comparar la dictadura de Franco con la Pinochet. Naturalmente hablan de represión.
Garzón debería empezar imponiendo justicia en su propio país. Y debería comenzar por procesar el líder comunista español, Santiago Carrillo, responsable de la muerte de 3000 soldados prisioneros en Paracuellos de Jarama. Cabe señalar que Santiago Carrillo es el nuevo referente de la izquierda de Zapatero. Santiago Carrillo a igual que los comunistas chilenos se pavonea que podían ingresar a escondidas en las respectivas dictaduras. Entraba y salían. En cambio, las dictaduras que ellos apoyaban, era imposible salir. Los comunistas habían ‘perdonado’ a los rusos blancos, que se habían exiliado en París, después de la Guerra Civil Rusa. Les prometieron el cielo y se encontraron con el infierno blanco. Muchos rusos blancos volvieron, mas luego se dieron cuenta que no podían volver a Francia, ni menos escapar, como contaba un ruso en un documental. Ni con veinte años era imposible salir de la Rusia Soviética, porque los guardias disparaban. Por el contario, los puestos de aduana en España y Chile eran bastantes mediocres en dictadura, si permitían el ingreso de personas con pasaportes falsos.
Sin embargo, nunca se preguntan cómo se llegó a esa situación. Tal vez lo sepan, prefieren pecar de mala fe. En ambos países la izquierda quiso imponer una dictadura comunista. En España por lo que he aprendido de los sitios liberales, la izquierda no reconoció el triunfo de la coalición centro derechista en 1934. Aquí la izquierda quiso jugar a las dos bandas, estos es, la vía pacífica y la vía violentista o fascista. Si no funciona una, entonces queda la otra. Esto último lo dice el filósofo chileno, Víctor Farías, un ex mapucista de la Unidad Popular. En ambos países la izquierda se alineó con el totalitarismo soviético, como decía Salvador Allende: “El Hermano Mayor”.
Ahí tenemos a Eduardo Contreras, abogado comunista querellante en el caso Pinochet, mostrandose en un programa de debate “El Termómetro”, como si fuese una autoridad moral sobre democracia y derechos humanos. Con todo, Contreras en un programa de entrevista de la V Región hace tiempo mostró su simpatía y apoyo a la dictadura totalitaria de Cuba. Ni siquiera el entrevistador se inmutó. Lógicamente no se querrella contra su amado Fidel Castro.
Los políticos e intelectuales de izquierda les gusta exigir mea culpa a sus adversarios, mas nunca se la exigen a los terroristas de izquierda. Así el típico liberal socialista chileno, como el profesor de Filosofía de Derecho, Carlos Peña en su última columna espera que los Günter Grass chilenos, esto es, que reconozcan que actuaron mal. La culpa recae en un puñados de militares viejos y condenados. A Carlos Peña que se autoproclama ‘liberal progresista’ nunca le he leído una columna exigiendo mea culpa a la izquierda y a quienes abrazaron la violencia con sus canticos fascistas: “Mir, mir, fusil” o “Momios al paredón”. Además de asesinar y secuestrar. Carlos Peña en su última columna nos revela un detalle interesante del exilio chileno:
“Ariel Dorfmann relata que cuando el año 1975 fue a pedirle que firmara una declaración pública en contra de Pinochet, Günter Grass, después de mirar largo tiempo un dibujo (además de escritor es un dibujante eximio) le reprochó que los socialistas chilenos no condenaran también al gobierno checo que, por esos días, ejercitaba la represión política. Dorfmann le insinuó que una condena al gobierno checo debilitaría el apoyo comunista para luchar contra la dictadura chilena. Pero no hubo caso. En estas materias, le dijo Günter, no hay que sacar cuentas.”
En otras palabras, Ariel Dorfman es traidor al modo de vida chileno y al modo de vida norteamericano. Supongo a Dorfman no se siente cómplice y responsable de las muerte de los millones de muertos que dejó el comunismo, de las torturas que realizaban la Stasi, la KGB o la Securitate del dictador Rumano y menos el infortunio de los disidentes en Siberia. La condena de inmoral a Dorfman vale igual al reciente galardonado Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas, quien trabajo en Radio Moscú como el novelista que falsificó las “Memorias del general Prats”, Eduardo Labarca, por ser colaboradores de un régimen criminal y genocida.
Después de todo, para los ‘progresistas’ los disidentes como Nathan Sharansky, Solzhenitsyn y Bukowski eran fachos. Este último fue canjeado por el dirigente comunista chileno, Luis Corvalán, en una operación entre la CIA, la KGB y la DINA. O sea, tan bueno fue el general Manual Contreras que mando a un comunista a su paraíso totalitario.
Desde luego, nuestros Günter Grass de izquierda no se arrepiente de nada.
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