Comentario de libro: Herbert Spencer
Herbert Spencer es un filósofo inglés poco estudiado en las escuelas de filosofías, las que estudian más la filosofía de continente de la época. Herbert Spencer vivió entre 1820 y 1903. Estudió primero ingeniería y trabajó después en ferrocarriles. Hay que recordar que los ferrocarriles en Inglaterra decimonónica eran privados. Sin embargo, su verdadera vocación le apareció más tarde. También fue redactor de ‘The Economist’. Fue amigo de Stuart Mill, del padre del escritor Aldus Huxley, de la novelista George Elliot, de Darwin. Y polemizó con el historiador inglés Thomas Carlyle.
El libro que comentaré se llama ‘El hombre contra el Estado’ , que fue publicado en 1884. Este libro es una defensa de la libertad individual y una crítica feroz al intervencionismo estatal. Critica los impuestos como contrarios a la libertad de las personas: “Cada uno de estos impuestos supone una nueva coacción, una limitación mayor a la libertad del ciudadano” (p.37).
Igualmente es una crítica a la burocracia. Dice: “Y evidentemente, a medida que la intervención del Estado aumenta, más se robustece en los ánimos la creencia de su necesidad y con mayor insistencia se exige su intervención. Cada aumento de la política regulativa, significa un aumento de la burocracia y un creciente poder de los organismos administrativos” (p.60) .
Spencer defiende la política económica conocida como ‘dejar hacer, dejar pasar’ o ‘laisser faire’. Cada vez que el Estado interviene los mercados, genera el efecto contrario de lo que esperaban las autoridades.
Critica el exceso de leyes que promulgan los parlamentos, provocando más daños que beneficios. “Los males producidos por los legisladores sin instrucción, enormes son, en comparación con los causados por tratamientos médicos adecuados, son notorios a quienes arrojen una mirada sobre la historia” (p.89). De ahí que Spencer sostenga que la misión de liberalismo es limitar el poder de los parlamentos.
Debate con su compatriota Bethman, el filósofo que acuñó la expresión que el gobierno debe preocuparse por fomentar a la felicidad a todos, a través de la creación de derechos.
Spencer acuñó la frase: “todo socialismo implica esclavitud” (p.68). Si hubiese vivido un poco más o hubiera viajado con una máquina del tiempo, se hubiera dado cuenta que todo socialismo es criminal.
Critica un mal congénito que tiene los pueblos de América Latina, a saber, que el Estado es capaz de solucionar todos los males existentes. Dice: “Además, cada nueva ingerencia del Estado fortalece la tácita presunción de que es un deber del gobierno ocuparse de todos los males y asegurar el mayor número de bienes” (p.67).
Aun cuando el socialismo es un producto del siglo XIX, su propuesta de intervenir el mercado no es nueva. Para ello se basa, principalmente, en la legislación de su época y en la propia historia de Inglaterra. Pone el ejemplo que cada vez que los legisladores querían reducir la usura y el interés, empeoraba la condición del deudor y elevándose el interés. O cuando el gobierno inglés y francés intentó evitar el apacaramiento, durante quinientos, generaron más miserias y mortalidad. Entre paréntesis la palabra ‘apacaramiento’ estuvo de moda en la Unidad Popular y ahora está de moda en Venezuela, porque el gobierno impide comprar ‘más de dos fanegas de trigo en el mercado’. Otro ejemplo, en el año 1315 fijó o tasó los precios de los alimentos con el propósito de disminuir el hambre. Lo que provocó, además, del rechazó, fue la desaparición de algunos alimentos en el mercado, como en la Unidad Popular o como el desabastecimiento de gas y electridad que ahora hay en Argentina, porque el gobierno congeló los precios.
Critica la caridad obligatoria que se da a través del impuesto. De hecho, él se opondría al santo chileno que decía: “Dad hasta que os duela’. Dar por dar no soluciona la pobreza. Mejor dicho, si a los que tienen le quitamos casi todo su sueldo, terminan siendo ellos pobres. Spencer lo pone así: “De igual forma bajo la antigua Ley de pobres el trabajador previsor y diligente tenía que pagar para mantener al vago, hasta que finalmente a consecuencia del exceso de impuestos sucumbía y tenía que refugiarse también en un asilo”(p.125).
El libro es tan actual, pese a que fue escrito en 1884. Spencer critica es idea que le inculcan los gobiernos socialistas de todo es gratis, como si nada costará. Dice: “El pueblo, habituado a considerar los beneficios del Estado como gratuitos, alienta continuamente esperanzas de recibir otros nuevos” (p.67)
Spencer nos ilustra la manía que tienen los socialistas cuando expropian de decir: “con compensación o sin ella”. Eso proponía los Federacionistas Democráticos de Inglaterra.
Cuando alguien dice: los socialistas se enredan con sus propias regulaciones, Spencer lo expresa así: “cuando impone un derecho sobre seguros contra incendios y luego reglamenta el modo de extinguirlos, o dicta normas de construcción que, como demuestra el capitán Shaw, aumentan los riesgos” (p.102).
La falta de inventiva de la burocracia, Spencer lo ilustra así:“No es el Estado a quien se debe la multitud de inventos útiles, desde la azada al teléfono; no es el Estado quien ha hecho posible un aumento de la navegación desarrollando la astronomía” (p.112).
Spencer cree en la cooperación espontánea, que se realiza cuando los hombres persiguen sus intereses personales. Spencer continúa desarrollando las ideas del autor ‘La Riquezas de las Naciones’. La tarea del gobierno es no interferir esa cooperación voluntaria a través del respeto a los derechos individuales.
Un amigo de Spencer nos pueda dar claridad sobre el funcionamiento del gobierno: “Una oficina de gobierno es como un filtro invertido: se envían las cuentas claras y salen embrolladas”.
De paso, Spencer atribuye el origen del gobierno al pasado militar, de ahí las obligaciones de las personas hacia éste. Sin embargo, a medida que se produce la cooperación voluntaria, los hombres resisten los ‘controles’ gubernamentales.
El filósofo italiano Norberto Bobbio creador del socialismo liberal, que le gusta a nuestra izquierda renovada, critica a Spencer duramente en su libro ‘El futuro de la democracia’, por su liberalismo exacerbado y de derivar el derecho público al derecho penal. Se entiende que Bobbio esté en las antípodas de Spencer, en cuanto aquél justifica la existencia de la burocracia a través del Estado benefactor o Estado social, ya que se pedían, por ejemplo, escuelas gratuitas, entre otras cosas.
Álvaro Vargas Llosa escribió que sería bueno que en los colegios o liceos, los estudiantes leyeran los panfletos y novelas de Ayn Rand y los textos de Ludwig von Mises. Agregaría a Spencer.
Herbert Spencer; El hombre contra el Estado; Aguilar ediciones; 1953; Buenos Aires
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