martes, abril 17, 2007

Comentario de libro: Laurence Manning



Cuando tenía entre ocho y nueve años, vi en una librería un libro titulado “El hombre que despertó en el futuro”, de Laurence Manning . El autor no lo recordaba, mas se quedó en la memoria la portada del libro. Suponía en aquella edad que el personaje un día cualquiera se acuesta como el resto de los mortales, y de repente despierta en un mundo que desconoce. Bueno no es tan así la historia.

Ahora bien, el libro después de varios años, lo encontré hace poco en una librería de libros usados. Era el mismo libro, que tenía la portaba que me asombró cuando tenía ocho o nueve años. Decidí salir de las dudas, comprándolo.

El libro de Manning fue publicado en 1933. Sin embargo, es bastante vanguardista o visionario. Él pertenece a lo que se llama la ‘Edad de Oro de la Ciencia Ficción’ norteamericana.

Manning vivió entre 1889 y 1972. Fue abogado, mas nunca ejerció su profesión.

La novela trata la historia de Norman Winters, quien decide hibernar en una cámara de plomo. El autor cuenta con la técnica de la época cómo Winters pretende hibernar. En efecto, Winters duerme y despierta cada 5000 años en el futuro. Cada 5000 años la Tierra tiene su respectiva época. Así Winters cuando despierta en los primeros 5000 años, los hombres de esa época le dicen al personaje que él viene de la Era del Despilfarro, siendo esa época del futuro la era del ‘el pueblo de los bosques’. Los hombres viven en grandes ciudades. De hecho, Nueva York está tapada por árboles. Uno recordará la escena de la película ‘El planeta de los simios’, en que Nueva York está bajo tierra. Y en esa época no ocupan petróleo, sino aceite de los árboles. En esa parte, me acordé de la actual discusión entre el biocombustible y el petróleo.

Winters pasa por cinco épocas. Cada época es distinta a la anterior. Tenemos la época en que la Tierra la maneja un computadora llamada Cerebro, en los hombres hacen tareas insignificantes y el resto del tiempo dedican a los placeres.

En otro época, adelantándose a ‘realidad virtual’, los hombres se dedican a soñar o dormir, donde una máquina le reproducen sus sueños. Los cuerpos que están conectados a la máquina son prácticamente inútiles: momias. Los hombres en esa época no les gustan vivir la vida.
Otra época es la llamada los individualistas, donde cada hombre tiene su propia ciudad, no le gusta la compañía y la crianza de los hijos se considera una ocupación infantil. Aquí los seres humanos se crean in vitro.

El narrador es bastante fiel a la ciencia, pues él muestra que, por efecto de cambio climático que hay entre época y época, los seres humanos van cambiando su aspecto. La pigmentación de la piel cambia. Así, si despierta en un clima tropical, los hombres serán morenos o negros; aun cuando sus antepasados hayan sido blancos. Recuérdese que, cuando Manning escribió el libro estaba de moda la eugenesia y la ideología nazi.

Laurence Manning escribió poco. Es como Juan Rulfo o el autor del ‘Guardian del Centeno’.

Lawrence Manning; El hombre que despertó en el futuro; Edaf, 1976, Madrid, 285 páginas

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martes, abril 10, 2007

No es la selección o lucro, es el Estado


El problema de la educación no es la selección de los alumno que los diversos colegios realizan. Después de todo, cada colegio tiene una cantidad de n cupos disponibles.

La nueva Ley General de Educación dice que respeta la libertad de educación de los padres, más no respeta la libertad que tiene el establecimiento de elegir a sus alumnos. En efecto, cada colegio ofrece una educación diferente. Algunos son tradicionales o otros son más innovadores. Al final son los padres los que eligen el colegio de acuerdo a sus valores. Unos preferien la educación laica, otros los colegios religiosos. Aunque con la expresión ‘educación laica y demócratica’ que utilizó el presidente del Colegio de Profesores, pareciera que quisieran revivir las disputas que hubo en el siglo XIX. Pero que ahora no tienen ningún sentido. Sin más no recuerdo varios líderes de la Concertación, que provenían de familias radicales y masones, sus padres a principios de la década del sesenta terminaron educando a sus hijos en colegios religiosos privados. Ahí terminó como dijo un historiador o un sociólogo, el credo en la educación laica del Estado.

Como de costumbre, la Concertación se va por la ramas y no ataca el meollo del asunto. Ahora le atribuye la mala calidad de la educación al lucro y a la selección de alumnos que efectuan cada institución educación.

El Instituto Nacional es colegio del Estado y es donde estudio el ex Presidente Ricardo Lagos, es muy selectivo. El proceso de selección se basa en el buen rendimiento del alumno.

Otro liceo estatal, también se a opuesto a eliminar la selección. Me refiero al Liceo Lastarria. Dijeron que al no haber prueba de selección baja la calidad y la imagen del Liceo.

La ministra de Educación, Yasna Provoste afirmó hoy día: "De no seguir recibiendo el lucro qué cree usted que les duele, el bolsillo". La ignorancia de la ministra es como resto del conglomerado socialista, que cree que cuando sube el IVA, lo paga el comerciante o empresario. Cuando en realidad, la paga el consumidor final. Lo mismo ocurre con la educación de los establecimientos. La señora Provoste cree que los colegios tendrán una cuenta millonaria en Las Bahamas, de la sacan la plata para pagarle a los profesores, auxiliares y mantener la infraestructura. Lo que se olvida la ministra, que a quien le va doler el bolsillo será a los padres. Ellos son los que pagan la matrícula y la mensualidad respectiva. Tengo la impresión de que la ministra cree en la magia.

Al contrario de lo que dice la ministra, los colegios que lucran -como leí más de una vez en la sección Cartas al Director del ‘El Mercurio’- son los que obtienen mejores resultados.

Además, cada colegio se esmera por mostrar un perfil de estudiante distinto. Es como si los profesores de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia de Valparaíso quisiera sacar arquitectos tipo Universidad Valparaíso. Por esa razón, los primeros realizan una pre-selección. No basta con rendir la PSU o la antigua PAA, para quedar en esa escuela de Arquitectura. Lo mismo ocurre con los que entran a psicología. Así, el producto o marca que venden los ‘colegios emblemáticos’ del estado, es que ellos forman la elite del país. Otros colegios persiguirán otros objetivos.

Vamos de mal a peor. Más rigídez.

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martes, abril 03, 2007

La culpa la tienen los economistas

El profesor de Filosofía de Derecho, Agustín Squella escribió lo siguiente en su última columna en ‘El Mercurio de Santiago’, cuyo tema era si los economistas podían cuantificar la felicidad: “Porque no creo pecar de arbitrario si culpo a ciertos economistas por haber rebajado el trabajo a empleo, la educación a capacitación laboral, el arte a industria, la igualdad a igualdad de oportunidades, el liberalismo a neoliberalismo, la democracia a mercado del voto, la libertad a excursiones al mall o al supermercado, y -ahora- la felicidad, uniformemente, a la satisfacción de ciertas necesidades”.

A algunos no les interesa las cuestiones semánticas. Algunas expresiones son de uso coloquial y entendible por todos.
¿Cuál es la gravedad en hablar indistintamente de trabajo o empleo? Yo no lo sé. Quizás habría que reemplazar la palabra ‘trabajo’ por labor.

Creo que el señor Squella se pone demasiado dramático. De hecho los cursos de post –grados no serían una suerte de capacitación y especialización. En filosofía a nadie le gusta la especialización. Sin embargo, basta ver la oferta en filosofía, que el conocimiento lo convierten en estancos. Doctora en Filosofía Política, Magíster en Filosofía de la Ciencia, etc. El propósito de la universidad es entregar unas herramientas para que el universitario luego las empleara. Por esa razón terminan escribiendo una tesis, la cual sigue la norma de un trabajo científico.

Luego, a Squella le produce rechazo la transformación del arte a industria. Con todo, no específica cuál arte. Quizás le moleste que en Chile hayan proliferado galerías de arte, donde las pinturas exponen y venden sus cuadros. ¿Querrá que el cine lo financie el Estado y no que haya una verdadera industria que se autofinancie? ¿O el teatro?

¿Qué quiere decir con ‘igualdad’? No le gusta la igualdad de oportunidades. Él desea que nuestra vida esté trazada de antemano. Que todos tengamos el mismo punto de partida y el mismo final. En otras palabras, un estado totalitario. ¿Dónde queda la libertad de equivocarse, de cometer errores? Para alguien que ha abordado la felicidad en sus últimas columnas, pasa por alto la misma libertad y la felicidad individual.

La típica falacia socialista, ‘el liberalismo a neoliberalismo’. El liberalismo propugna el gobierno limitado, libertad individual, el estado de Derecho y la economía de mercado, como dice el lema de Cato Institut . Los socialistas hablan de ‘neoliberalismo’ en tono despectivo, atribuyéndole todos los males del socialismo. A Squella le gustan las regulaciones y el Gobierno Grande.

Otra falacia socialista es hablar ‘la democracia de mercado de voto’. Para los liberales no hay diferencia entre elegir, por ejemplo, un deporte o elegir a un representante. Simplemente elegir.
Cuando Squella escribe “la libertad a excursiones al mall o al supermercado”, considera que las personas son unos tontos que no saben lo que hacen. Es como el sociólogo Tironi que consideraba que los santiaguinos eran unos irracionales al preferir el Metro o sus automóviles. Las personas racionalmente eligen lo que mejor les conviene.

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